“Éste fue Carlos Gardel”: La biografía olvidada del
Zorzal (1957)
por Héctor Ángel Benedetti
En 1930 comenzó a editarse en Montevideo una revista dedicada
a compilar las letras de las canciones de moda que los principales
intérpretes difundían por las radios de ambas
orillas del Plata: Cancionera.
Como publicación no difería mucho de las otras
en su estilo. Todo su interés dependía de cuán
exitosa fuese la selección incluida en cada número
o de qué nivel de atracción presentase el artista
retratado en la portada. En este sentido, Cancionera fue la hija —o
nieta— uruguaya de varios aciertos editoriales argentinos,
que desde 1916 venían difundiendo el repertorio del día:
en este año sale a la venta el primer número de
El Alma que Canta, de Vicente Buchieri, a la que seguirán
ideas similares como Canta Claro, de los Hnos. Angulo (1921);
La Guitarra Popular: Revista Quincenal de Canciones Nacionales,
de Andrés Pérez (hijo) (1922); El Alma Argentina,
de Domingo Costa (1923); La Canción Moderna, de la Edit.
Korn bajo la dirección del poeta Dante A. Linyera (1928);
etcétera.
Para 1957, año en que se inicia la serie biográfica
objeto de esta reseña, completaban la oferta de Cancionera
varias notas menores con información del mundo del espectáculo,
la transcripción de algún radioteatro y las inevitables
páginas dedicadas a chismorreos y al “correo sentimental”,
donde la gente que buscaba pareja firmaba como “Viuda Triste”, “Hombre
sin Rumbo” o “Corazón solitario”. Como
lo hiciera desde su número 1, la revista seguía
orientada al tango y al folklore, aunque estaba cada vez más
atenta a las nuevas formas musicales. Hoy puede resultar gracioso
que bajo el título “Ritmos Modernos” apareciesen
letras de guaracha, baion, calypso o cha-cha-cha.
Ejercía la dirección el periodista Emilio Tancredi
y la secretaría de redacción estaba a cargo de
Hugo Byron, autor él mismo de varias columnas dedicadas
a Gardel. Pero interesan más aquí las que escribiera
un viejo colaborador de la revista, especializado en la vida
y la obra del gran cantor: Diego Nilo Soppi.
Hacía varios años que este cronista presentaba
semblanzas sobre el Zorzal. Quizá no profundizase demasiado,
pero aún cayendo en lo superficial se entreveía
que tales defectos no se debían a una falta de compromiso
de su parte, sino más bien a la nula cabida que en Cancionera
podían tener las investigaciones históricas. Por
ejemplo, en 1955 deslizó este comentario (se respeta la
puntuación original): “De su ductilidad interpretativa,
podemos decir que supo ser gratamente humorístico en Que
vachaché, Victoria, Al mundo le falta un tornillo, etc.,
etc., finamente irónico en Ché Bartolo, As de cartón,
Margot, Haragán, entre otras, delicadamente sentimental
en Mascotita de marfil, La novia ausente, Golondrinas, fuertemente
emotivo en Cosas de viejo, Silbando, Como todas, Farolito viejo
y hondamente dramático en Silencio y Sus ojos se cerraron,
a nuestro juicio, esta última su creación máxima” (“Carlos
Gardel, intérprete genial”, en Cancionera Nº 1.060,
página 2). Como conocedor del tema, Soppi debía
saber perfectamente que Cosas de viejo no es un título
editado de la discografía gardeliana. Sin embargo, lo
dio como algo obvio y no se detuvo en él. Es muy probable
que estuviera refiriéndose a alguna versión musicalizada
del poema homónimo de José Alonso y Trelles (“El
Viejo Pancho”): este poema es, tal como lo describe el
cronista, “fuertemente emotivo”; y siendo harto conocida
la enérgica predilección que Gardel sentía
por las obras del Viejo Pancho, ¿habría dejado
del mismo una matriz hoy desconocida, a la que Soppi accedió gracias
a un disco de muestra? No es posible asegurarlo, pero como hipótesis
es razonable. (De Cosas de viejo existe una versión grabada
por Heraclio Sena para discos Victor, el 28 de octubre de 1925;
y otra por el actor Enrique De Rosas para discos Nacional Odeón,
el 16 de agosto de 1928)
Soppi también fue el autor del siguiente acróstico,
titulado Para Carlos Gardel y que apareció con motivo
de cumplirse los veinte años de la tragedia de Medellín:
C antor de las magníficas canciones,
A stro esplendente y fiel del tango nuestro,
R ubrico en nuestros corazones
L a flor de su emoción, como maestro.
O h, gran zorzal, intérprete primero!,
S ublime cumbre de nuestro cancionero. <
G rande y soberano como un Dios,
A sí cantó, con su armoniosa voz.
R edentor de una música ignorada,
D ióle vida con su arte y con su hechizo,
E hizo que la gente subyugada
L e diera al tango su valor preciso.
R ey insuperado de nuestra canción,
I nsigne catador del alma popular;
P ara él, mi homenaje y mi emoción. |
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De su autoría, dos años después, a partir
del Nº 1.164 de Cancionera (miércoles 12 de junio
de 1957) comenzaba a publicarse por entregas “Éste
fue Carlos Gardel: La verdadera historia de su vida”.
Urge aclarar que se trata de una biografía sin sobresaltos,
muy acorde al criterio de aquella época. Es una historia
que por lo oficial y didáctica casi podría definirse
como “escolar”. También conviene resaltar
un detalle no menor: la revista y el autor son uruguayos, pero
no le pretenden la misma cuna a Gardel. Por el contrario, Soppi
defiende el origen tolosano del cantor y repetidamente lo llamará “El
Francesito” (también “El Melena”, un
apodo olvidado de los primeros tiempos).
Cada entrega consistía en varias páginas, ilustradas
con fotografías (la mayoría muy conocidas, aunque
de vez en cuando aparecían algunas verdaderamente raras)
y también con ingenuos dibujos a la pluma. Uno de ellos,
que en el capítulo III representa el interior de un café,
necesitó la siguiente explicación debajo: “Gardel
niño, cuando en las cantinas y cafés del barrio,
se abstraía soñadoramente escuchando el rezongo
de los bandoneones criollos y las canzonetas de los emigrantes
italianos”. Pero el anónimo dibujante prefirió un
Gardel ya bastante crecido e incluso peinado a la gomina, cosa
que no pareció importarle demasiado al autor del epígrafe.
Idéntica falta de rigor acusan algunos recuadros, como
el que dice “Desde los cafetines del Abasto llevó su
canto hasta la cumbre del music-hall mundial: el Empire de París” en
medio del relato de la fracasada experiencia del cuarteto Gardel-Martino-Razzano-Salinas,
en 1912; o ciertas fotografías, como la que muestra a
una señorita sosteniendo un retrato del apolíneo
y cinematográfico Gardel de los años treinta, cuando
lo que se está contando es su lejano debut junto a Razzano
en el cabaret Armenonville.
Las diversas circunstancias de la vida de Gardel se relatan en
estas hojas de un modo muy ameno, gracias a cierto aire de novela
que le otorgan diálogos y otras intrusiones. Se reconoce
una deuda estilística con el libro de Francisco García
Jiménez Vida de Carlos Gardel, contada por José Razzano
(1946), que pareciera ser todo el tiempo la fuente principal
para la obra de Soppi, aunque también hay claras remisiones
al libro de Mario Battistella y José Le Pera Carlos Gardel,
su vida artística y anecdótica (1937). Alrededor
de estos dos textos aparenta estar elaborado “Éste
fue Carlos Gardel”, en el que no hay lugar para teorías
propias, aportes fuera de lo corriente o análisis musicológicos.
Ocurre que los méritos de esta biografía deben
buscarse antes en sus objetivos que en su contenido. Su propósito
era informar sin dejar demasiadas preocupaciones al lector, y
el autor lo cumplió con creces: ni un solo párrafo
abruma por cantidad de cifras, fechas o datos. Semejante trivialidad
acabó por relegar al olvido a esta historia de Gardel,
pero debería reconocerse que contribuyó a transmitir
la figura del Zorzal en un momento particularmente difícil
para el tango, dado el gran cambio de orientación que
experimentaban los gustos musicales.
Quizá en aquel 1957 los lectores tangueros estuvieran
más interesados por la fotografía de Gardel que
regalaba la revista contra la presentación de un ejemplar
en la redacción (Rincón 669, Montevideo). O tal
vez no quisieran comprar un estudio pormenorizado de la vida
del cantor, sino “La Capilla de Carlos Gardel”, un
trabajo en madera estampada que remedaba un pequeño oratorio.
Soppi, con suma modestia, semana a semana aportaba su grano de
arena.
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