GARDEL ¿"POETA"? Por Ana Turón
Incontables son las anécdotas sobre Gardel. Verdaderas,
ficticias, exageradas, distorsionadas, continúan repitiéndose
de generación en generación. Historia y leyenda
se confunden cuando no se someten a un minucioso y profundo análisis.
De ese frondoso y disperso anecdotario, extraemos ésta,
relatada por "Argentino Del Carril"(
1):
SOLO EN UNA OPORTUNIDAD SE SINTIÓ POETA
EL REY DEL TANGO
Una madrugada, en la fonda ‘El Pajarito’, escribió unos
versos para la madre.
Carlos Gardel entendía mucho de música y era, como
supo demostrarlo, un cantor de alta categoría. Pero el
que ama la música y el canto debe sentir también
la poesía. Mas, sólo en una oportunidad, se sintió poeta
el rey del tango. Una madrugada, en la fonda ‘El Pajarito’,
escribió unos versos para la madre, los que en forma anónima
llegaron a sus manos. Se me dice que Gardel los conservaba inéditos
porque, según decía, nadie iba a creer que eran
suyos. Dicen así los versos de referencia:
Madre mía, si algún día
Dios me privara de verte
Mi vida estará en la muerte
Tras una corta agonía.
Porque la esperanza mía
Es estar siempre a tu lado,
Para animarte a vivir
Que para mi porvenir
Bastante que has trabajado.
Es en esta madrugada
Antes de ir a casita
Que te escribo, mi viejita,
Con el alma entusiasmada.
Seguro estoy que, cansada
De esperarme te has dormido,
Pero tu hijo querido
No te olvida ni un momento,
Te lleva en su pensamiento
Como pichón en su nido.
Pero te adoro, viejita,
Porque sé cuánto has sufrido,
Por el hijo tan querido
Que siempre gritó: ¡bendita!
La esperanza es infinita
Y nunca te he de olvidar,
Después de tanto luchar
En la vida transitoria
¡ Dios me condujo a la gloria
ayudándome a triunfar!
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El séptimo verso de la primera estrofa, cuya omisión
seguramente obedece a un error de imprenta, continuará siendo
un misterio ya que ningún otro ha vuelto a citar esta
poesía -excepto Oscar Del Priore (
2), quien considera
fidedigna esta anécdota y, por haberla extraído
de esta misma fuente la reproduce sin él-; por su parte,
ningún coleccionista, investigador, historiador ni
estudioso tiene conocimiento de la existencia de su original.
No sería desatinado suponer que alguna vez Gardel intentara
esbozar unos versos, dada su sensibilidad, su permanente búsqueda
de la estética y su atracción por los desafíos.
Es sabido que se relacionaba con numerosos
payadores, y bien
pudo haberse sentido "contagiado" en alguna noche de
guitarras. Pero resulta sugestivo que Del Carril afirme que "sólo
una vez Gardel se sintió poeta", dando a estas décimas
el carácter de pieza única y, por lo tanto, descartando
toda posibilidad de que en algún rincón del mundo
pudiera existir un material similar. Sería más
razonable, en cambio, creer en una etapa de intento literario
que bien podría ubicarse en su adolescencia.
La anécdota se sitúa en la fonda "El Pajarito",
pocas veces citada en la bibliografía gardeliana; sólo
Esteban Capot la menciona, al recordar que Gardel la frecuentaba
en 1902 (
3). Si bien no existe motivo alguno para ponerlo en
duda, tampoco compartimos el rigor histórico que suele
atribuírsele (
4), ya que no cuenta con el respaldo de
otros testimonios, ni fotografías, ni recuerdos del propio
Gardel que lo avalen, como sucede en otros casos. Tomándola,
entonces, como la anécdota que es, pretendemos ahondar
en ella: En 1902 nuestro cantor cursaba el 3er grado del Colegio
Pio IX de Artes y Oficios en calidad de pupilo (
5), lo que no
se contradice con lo relatado por Capot, ya que puede situarse
este episodio fuera del período lectivo.
Nos preguntamos si un niño de 11 años permanecería
en una fonda hasta la madrugada –como lo señala
Argentino Del Carril-, cuando sus pantalones cortos le impedían
participar de las conversaciones de los adultos; el breve testimonio
de Capot señala que el dueño de "El Pajarito" le
enseñaba a cantar canzonetas, lo que indica una corriente
de afecto y simpatía que habría permitido al "Francesito" el
libre acceso a un ambiente posiblemente vedado a otros chicos
de su edad.
Existe, por otra parte, una anécdota que sitúa
a Gardel en
“El Criollito” (
6) en ese mismo año,
lo que bien puede significar que ya hubiese comenzado sus andanzas
de muchacho, aunque tampoco desechamos la posibilidad de confusión
de los dos diminutivos evocados a más de treinta años
de distancia en un estado emocional que justificaría
todo yerro.
No podemos dar el carácter de documento indiscutible a
un recuerdo; no sabemos en qué se apoya Capot para situar
a Gardel en "El Pajarito" en esa fecha, y entendemos
que Del Carril pudo haber confundido una fonda con otra.
Seamos flexibles, entonces, respetemos el margen de error
al que toda
memoria humana tiene derecho, y consideremos que lo relatado
pudo haber sucedido en otro momento, en otro lugar, o nunca,
en ninguna parte.
Sin embargo, intentamos situarnos en el marco histórico-cultural
y nos preguntamos cómo habría cantado Gardel estas
décimas, ya que no lo concebimos sin su guitarra en una
situación como ésta. Es posible que las acompañara
con el elemental ritmo de
vidalita,
vals o incluso
cifra, géneros
utilizados en la época para las improvisaciones –y
a esta clase de poesía corresponde la que nos ocupa-,
y a los que bien puede adaptarse el tono y la forma de estos
versos. Menos probable resultaría la no aún muy
arraigada
milonga, ya que la ejecución que pretenda superar
el precario “polenta y tumba” requiere cierta destreza
que en esos momentos no poseía, según se deduce
de las grabaciones registradas diez años más tarde.
Descartamos el acompañamiento de
estilo porque los versos
carecen del tono intimista, reflexivo y melancólico requerido
por el género. La sensible intuición musical de
Gardel –aún joven principiante- difícilmente
haya hecho caso omiso a esta característica, imprescindible
para una musicalización en armonía con la poesía.
A más de 100 años de distancia no podemos determinar
con exactitud los pormenores, pero es necesario evaluar todas
las posibilidades para ubicarnos con propiedad en el episodio,
su entorno, la personalidad y psicología del protagonista.
Tampoco es de menor importancia el conocimiento sobre quien relata
la anécdota –porque verdad es que "hay que
tomar las cosas como de quien vienen"-, lo cual nos resultaba
imposible porque ni la ya citada obra de Del Priore ni los avezados
investigadores que consultamos y que frecuentaron a amigos de
Gardel tenían referencias del ignoto "Argentino Del
Carril".
Nuestra predisposición por dar crédito a este
testimonio se había desvanecido apenas finalizada su lectura;
se justificaría en 1902 el tono infantil de la poesía,
pero no los versos finales que expresan
"Dios me condujo
a la gloria ayudándome a triunfar". En el breve relato
que la precede, no resulta para nada verosímil que Gardel
haya hecho llegar estos versos a Doña Berta por medio
de un tercero
("que en forma anónima llegaron a sus
manos"), cuando la segunda estrofa señala que esos
versos son escritos
"antes de ir a casita". Por el
contrario, es de suponer que habría ido él mismo
"con
el alma entusiasmada" a despertar a su madre para mostrarle,
feliz, su creación literaria, con la certeza de haber
concebido una obra maestra.
Tampoco especifica Argentino Del Carril de qué manera
tuvo acceso a este material; simplemente señala
"se
me dice que Gardel los conservó inéditos";
pero esa vaguedad está muy lejos de ofrecer un respaldo
creíble. Menos convincente aún, aquello de que
"nadie
iba a creer que eran suyos", frase que encierra un cierto
orgullo y por lo tanto una total conformidad con respecto a su
producción poética. Conociendo su autocrítica
y su afán de superación, sería más
lógico suponer que, en caso de pertenecerles, “El
Morocho” no les atribuyó el más mínimo
valor; en caso contrario, habría continuado escribiendo,
perfeccionándose día a día, como lo hizo
en otros aspectos de su carrera artística.
Necesitábamos, sin embargo, conocer la verdadera identidad
de quien aportaba esta anécdota, para rastrear luego su
nombre en la vida de Gardel. Paciente fue la búsqueda
que nos permitió saber que se trataba de un pseudónimo
de
SILVERIO MANCO. Lo menciona Luis Masseroni (
7) a quien, a
su vez, se refiere Del Carril en estos términos: “mi
amigo, el fino y sutilísimo poeta del pueblo, Luis Masseroni...”.
(
8)
Ante esta evidencia de una estrecha relación entre ambos
autores, nos abocamos a una minuciosa relectura de las páginas
de Masseroni quien no hace mención alguna al “hallazgo” que
su amigo publicara cuarenta años antes, aunque cita algún
otro pasaje de su libro.
Las referencias encontradas sobre Silverio Manco resultan
tan escasas como contradictorias; mientras que un reportaje
publicado
en la revista Fray Mocho (
9) lo ridiculiza utilizando crueles
opiniones sobre la poesía “antigramatical” del “ex
peluquero dedicado a la literatura”, y poniendo en relieve
la valentía que ha tenido para editar 80 folletos de versos,
el “Diccionario de Payadores” elogia su trayectoria
publicando muy buenos comentarios del diario “Crítica”.
Otra opinión altamente favorable es la de Francisco N.
Bianco (
10), quien reproduce unos
versos
dedicados al dúo.
Su lectura nos sorprende al encontrar a Gardel y a Razzano en
un mismo plano, sin la especial carga afectiva que esperábamos
hacia “El Morocho”, fruto de una amistad originada
en la fonda “El Pajarito” por 1902.
Seguramente se frecuentaron; eran contemporáneos y desarrollaban
sus actividades en lugares afines. Hay indicios sobre un posible
vínculo aunque sin pruebas contundentes. Isabel María
del Campo (pseudónimo de Fernando Albores) no hace referencia
a ninguna amistad, sólo cita el título de la poesía
ya reproducida por Bianco y es el primero en unir sus nombres
en la autoría de la zamba “Te vi, linda sanjuanina” (
11)
incluyéndola en una serie de títulos que origina
la crítica de Federico Silva: “...si no figuran
en nuestra enumeración es porque nunca hemos tenido noticias
de ellas fuera de esa cita...” (
12). Sin embargo, aunque
tampoco la hayamos encontrado en los registros de S.A.D.A.I.C. –circunstancia
que no debe sorprendernos, ya que no figuran todas las obras
compuestas con anterioridad a su fundación, pero sí nos
llama poderosamente la atención que no se haya registrado
ninguna obra de Silverio Manco-, investigaciones posteriores
de indiscutida seriedad confirman que la musicalización
de la poesía de Manco estuvo a cargo del dúo (
13);
nos remitimos nuevamente a los recuerdos de Razzano narrados
por Francisco García Jiménez (
14) en busca de nuevos
indicios, pero la omisión a toda referencia sobre este
confuso personaje continúa avalando nuestro descrédito.
Infructuosa ha sido la búsqueda de esos versos que ni
el propio “Argentino Del Carril” menciona en su publicación,
y desconcertante nos resulta que Osvaldo Del Greco (
15) no lo
mencione en su minucioso trabajo; en principio lo atribuimos
al hecho de que Gardel no llevara al disco esta zamba, pero desechamos
esa posibilidad cuando encontramos autores cuyas obras no fueron
grabadas, como es el caso de Yamandú Rodríguez.
Por otra parte, la ausencia de su nombre en los tradicionales
homenajes de los 24 de junio y en las entrevistas realizadas
a los amigos de Gardel a lo largo de tantos años por diversos
medios, es una prueba más de que la relación entre
ellos no fue demasiado estrecha. De lo contrario, no habría
recurrido a un pseudónimo, ya que su solo nombre habría
constituido un aval importante. Sin embargo Manco firma por única
vez con ese apellido, más comercial que el suyo propio
debido al éxito alcanzado por Hugo Del Carril, cuya figura
se ha relacionado a la de Gardel en el transcurso de los años.
Nos preguntamos cuántos episodios sin asidero, como éste,
continúan difundiéndose; cuántos autores
han dado rienda suelta a su imaginación, cuántas
memorias han faltado involuntariamente a la verdad, cuántos
lectores y estudiosos han sido sorprendidos en su buena fe y
a cuántas inexactitudes se les otorga el valor irrebatible
que ofrecen las "fuentes fidedignas" de quienes
dijeron ser amigos de Gardel.
Este es sólo un ejemplo.
NOTAS:
(1
) DEL CARRIL, ARGENTINO: Gardel el Rey del Tango - Ed.
Buchieri - Bs. As., 1 de junio de 1945 . pág. 65
(2
) DEL PRIORE, OSCAR: "Yo, Gardel" - Bs.As., 1999
- pág. 163/164
(3
) DIARIO CRÍTICA, 25 de junio de 1935.
(4
) Algunos autores otorgan a los testimonios orales la misma
validez que a los documentos, pero los citan de manera hipotética
e impersonal con un “se lo habría visto...” –los
más osados, con un “se lo veía”, tan
indiscutible como incomprobable- como el caso de PAYSÉE
GONZÁLEZ, EDUARDO: “Gardel: Artista, mito y Hombre” – La
República, Montevideo 1995. pág. 19.
(5
) ABALLE, GUADALUPE: "Algo más sobre Gardel".
Ed. Corregidor, Bs. As., 2003
(6
) LA CANCIÓN MODERNA N° 831 – 8 de julio de
1935 – pág. 8.
(7
) MASSERONI, LUIS: "Gardel, su vida, su época..." Bs.As.,
1985 - pág. 63
(8
) DEL CARRIL, Op. Cit.
(9
) Fray Mocho, 11 de abril de 1913, año II, número
50
(10
) BIANCO, FRANCISCO N. “Recuerdos de Carlos Gardel”.
Ed. Buchieri, Bs. As., 17 de enero de 1945, pág. 29,
30, 31.
(11
) DEL CAMPO, ISABEL MARÍA: "Retrato de un Idolo" -
Ed. Albores, Bs.As., 1955 - págs. 156 y 168
(12
) SILVA, FEDERICO: “Informe sobre Gardel” – Editorial
Alfa, Montevideo 1971 – pág. 70
(13
) MORENA, MIGUEL ANGEL: "Carlos Gardel - Historia Artística".
Bs.As., Corregidor, 1998 – pág. 353
(14
) GARCÍA JIMÉNEZ, FRANCISCO: “Carlos Gardel
y su época” – Ed. Corregidor – Bs.
As., 1976.
(15
) DEL GRECO, ORLANDO: “Carlos Gardel y los autores de
sus canciones” - Akian Gráfica Editora - Buenos
Aires, 1990.
EL AGRADECIMIENTO A:
Enrique Espina Rawson, por su activa y enriquecedora participación.
Héctor Angel Benedetti, por el material aún inédito
de su próximo libro.
Alberto Rasore, por haber hallado el verdadero nombre de Argentino
Del Carril
Guadalupe Aballe, por las páginas de Fray Mocho.
Azul, febrero de 2005